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materiales sobre la verdad

 

El tema de la verdad puede interesar a cualquiera. Los filósofos profesionales han tratado el tema desde diversos puntos de vista y han llegado a conclusiones bien distintas. Utilizando algunas de estas teorías los alumnos de primero de bachillerato han realizado diversos ensayos sobre este tema con aportaciones interesantes. Algunos de estos ensayos puedes leerlos a continuación.

Y también encontrarás un artículo de Juan J. Gutiérrez Alonso (profesor de Der. Administrativo en Granada) sobre la importancia de la verdad en la vida cotidiana.

 


Juan J. GUTIÉRREZ ALONSO. La importancia de la verdad

Ana BÉNITEZ RIESCO (1º bach. A_2010). La verdad

 

Cuestionario sobre la verdad y sobre el texto de J.J. Gutiérrez Alonso

 


 

La importancia de la verdad

Juan J. Gutiérrez Alonso.

Profesor de Derecho administrativo de la Universidad de Granada

"La verdad pertenece a aquellos que la buscan y no a los que pretenden tenerla"

Marqués de Condorcet.

¿Es conveniente engañar al pueblo? Esta pregunta, enunciada por el Marqués de Condorcet en el siglo XVIII, dio lugar a una obra intemporal cuyas enseñanzas no sólo tienen una gran relevancia en el terreno político, en relación a la siempre enigmática y misteriosa razón de Estado, sino también en el ámbito económico. La pregunta sobre la conveniencia de engañar al pueblo ha sido una constante histórica y nuestro tiempo no es una excepción, menos aún en el actual contexto crisis.

Condorcet mantuvo categóricamente que hay que rechazar el recurso a la denominada "noble mentira", es decir, el derecho de los gobernantes a mentir al pueblo en bien de éste, por su carácter despótico y porque en realidad no es útil para los hombres. Tesis que debe compartirse en toda su extensión por mucho que la vanidad de quienes ejercen o han ejercido alguna vez la función de gobierno sugiera otra cosa. La verdad no solamente es el camino hacia la libertad, sino también hacia la justicia. La verdad encarna la transparencia, la más elemental de las garantías de control de que disponemos los ciudadanos respecto de aquellas estructuras en las que hemos depositado nuestra confianza para el gobierno representativo y nuestro propio bienestar. Cuando la verdad viene ninguneada las sociedades normalmente se adentran en la incertidumbre, las consecuencias son impredecibles y las libertades individuales y el bienestar común acaban deteriorándose.

En los últimos meses se han publicado abundantes reflexiones y opiniones acerca de la crisis económica que padecemos. Poco o nada tendría que añadir a todo lo que ya se ha dicho, que es mucho y para todos los gustos. No obstante, sí desearía llamar la atención sobre algo que late en el fondo de todo este asunto: el temor a reconocer y decir la verdad; a decirnos la verdad.

Así, desde hace tiempo tengo la sospecha de que quienes gobiernan el mundo no dicen la verdad, y no sabemos bien si es porque no les interesa a ellos o porque creen que de ese modo tutelan mejor los intereses de todos. Para algunos, esto es una obviedad de la que existen muchos ejemplos. Sin ir más lejos, hace sólo unas semanas, afirmar la inminencia de otro rescate financiero en la Unión Europea habría sido considerado un disparate y cualquiera que se hubiera aventurado a afirmarlo habría recibido la más absoluta reprobación. Ni que decir tiene que también habría recibido la enérgica crítica de algunos medios, que por momentos parecen más preocupados en exorcizar a quienes manifiestan alguna duda que en contribuir a la formación de una buena opinión pública. Sin embargo, mientras escribo estas letras, todas las instituciones europeas se encuentran presionando a uno de los países más orgullosos del mundo (Irlanda) para que acepte un rescate que, por lo pronto, pueda aislar del contagio a otros miembros de la Unión. No nos queda más remedio que preguntarnos si la situación de Irlanda ha sido realmente una sorpresa y si no se han traspasado los límites entre la información adecuada y el "alarmismo".

Siete sospechas y una certeza

Sospecho también que los organismos reguladores no nos dicen la verdad ni trabajan para aclararla. El papel que han desempeñado antes y durante la crisis económica ha dejado tanto que desear que sólo el desconocimiento del ciudadano de a pie sobre su naturaleza y la importancia en un sistema de libre mercado les permitirá seguir pasando inadvertidos de cara a la opinión pública.

Sospecho que el sistema financiero, globalmente considerado, desde los más insignes y conocidos perfiles y marcas, a los más desconocidos, no nos dicen la verdad. Intuyo que su endeudamiento es tan calamitoso que no se pueden permitir reconocer abiertamente el desastre. Me temo que aguantará hasta reventar.

Sospecho que los medios de comunicación no dicen la verdad porque, o no tienen idea de lo que está pasando, o simplemente se han alineado a sus respectivas conveniencias. En realidad, de un modo u otro, unos más que otros, también dependen de fuerzas exógenas y su asfixiante endeudamiento limita su compromiso con la verdad, con el esclarecimiento de la situación. Expectantes muchos de ellos de alguna ayuda pública o medida que les permita ir sobrellevando sus complicados balances.

Sospecho que muchos académicos, universitarios e insignes catedráticos no dicen nada útil en estos tiempos, porque en realidad poco o nada tienen que decir. Lo cierto es que parece que no se han enterado de nada. Unos, gozosos en sus ambiciones personales; otros, importantes activistas de iniciativas político-territoriales cuyos beneficios están por verse; y otros, en fin, ideologizando a su manera, regular o puntualmente, desde las tribunas de los periódicos o desde programas televisivos varios, más al servicio de sus amos, de todo signo y color, que al de la verdad y el conocimiento.

Sospecho que las élites burguesas no dicen la verdad o no se atreven a admitirla públicamente porque, entre otras cosas, en ello les va la valoración de su propio patrimonio. El drama del endeudamiento, así como la iliquidez del mercado inmobiliario, es de tal dimensión que podría decirse que no ha dejado títere con cabeza. Su irritación se limita a la estéril crítica contra los gobiernos, en el ingenuo y equivocado convencimiento de que ello les podrá reportar mejores expectativas. Esto no es un impedimento menor en la aclaración de la verdad.

Sospecho también que los llamados gurús del mercado, los analistas, financieros y toda esa sarta de sofistas, ahora que la conocen, tampoco dicen la verdad porque en ello les va su business. La recesión no beneficia a nadie, lo saben bien, y por ello se limitan a esperar que esto tire para arriba de alguna manera y que nuevos ingenuos se atrevan a depositar sus ahorros en el particular casino en que han convertido los mercados de valores.

Sospecho que los grandes industriales tampoco dicen la verdad porque, en muchos casos, su propia supervivencia y viabilidad depende del sistema financiero y de las prebendas que la res-publica pueda procurarles. Toca aguantar como sea y esperar a que escampe.

Por último, me consta que los pequeños y medianos empresarios son los que verdaderamente están pasando lo indecible y ya no ocultan su desesperación. Sin ninguna duda, ellos son los que saben la verdad.

En conclusión, vivimos una situación realmente preocupante donde, por encima de todo, quienes gobiernan este mundo parece que están sacrificando la verdad y no está claro que ello sea una buena estrategia. Puede que se hayan perdido unos preciosos años para explicarla, avenirse a ella y actuar en consecuencia. Requisito sine qua non para reconducir el delirio colectivo, la euforia nociva en que hemos vivido la última década e intentar que la penitencia sea lo menos dolorosa posible. Así, de poco o nada servirá escudarse en los males ajenos u obsesionarse con la especulación (algo tan natural como antiguo en el ser humano), porque al final siempre se impone la verdad; la verdad de la mentira en el ascenso y la verdad de la certeza del declive. La verdad de que el genio financiero precede siempre a la caída (Galbraith).

Podrán asociarse todos los poderes, todos los grupos mediáticos y de presión, para seguir disfrazando la verdad, para evitar eclosiones sociales y el surgimiento de agitadores serios contra lo que algunos consideran grandes despropósitos, como las masivas emisiones de deuda, las infames normas de contabilidad para mantener la valoración de activos y las no menos infames recapitalizaciones del sector financiero gracias al carry trade. Podrán argumentarse los recortes sociales, que en situaciones de emergencia están claramente justificados, las subidas de impuestos con estricta finalidad de equilibrio presupuestario; también se podrá sostener la necesidad de las forzadas compras de deuda por parte del BCE y las peticiones de auxilio a países como China o Rusia a cambio de no se sabe bien qué; pero todo apunta a que la verdad sigue su curso y acabará imponiéndose. Todo esfuerzo que tienda a disfrazar la verdad parece que tendrá escaso resultado y no será sino en detrimento de los intereses de la mayoría de los ciudadanos y de la justicia misma.


LA VERDAD COMO SINCERIDAD

La verdad es un tema un tanto abstracto, con muchas posibles interpretaciones, pero que sin embargo está muy presente en nuestro día a día. En este ensayo se tratará de dar una definición de la verdad como sinceridad, y se aplicará a algunos ámbitos de nuestras relaciones con los demás. Se intentará, así mismo, demostrar que la verdad parte del individuo, pero una verdad común es posible.

Entendiendo la verdad como sinceridad, la verdad es aquello que sabemos y que concuerda con lo que pensamos, y lo decimos o actuamos en consecuencia. Aquí encontramos similitudes con la teoría de la verdad como correspondencia y con la teoría de la verdad como coherencia lógica. Según la teoría de la verdad como correspondencia, algo es verdad cuando se corresponde con lo que sucede en la realidad. Podemos relacionar esta idea con la concepción de la verdad como sinceridad: si pensamos algo, y queremos actuar sinceramente, decimos lo que pensamos o actuamos de acuerdo a nuestros pensamientos; es decir, lo que hacemos en la realidad es lo que pensamos, se corresponde la realidad con el pensamiento. Además, según la teoría de la correspondencia, percibimos la realidad por nuestros sentidos, y en la sinceridad, para que podamos tener una información y actuar de acuerdo a ella, previamente hemos tenido que percibir esa información. Por tanto las limitaciones impuestas por los sentidos y la inteligencia pueden tomarse en consideración en ambas teorías.

Respecto a la relación de la verdad como sinceridad con la teoría de la verdad como coherencia lógica, ésta última establece la verdad de algo por el principio de no contradicción (es decir, no se puede afirmar y negar lo mismo simultáneamente), y cuando nosotros somos sinceros, pensamos algo (que para nosotros es verdad) y lo decimos porque es verdad. Si dijese otra cosa estaría mintiendo, es decir, si pienso una cosa y digo otra, me estoy contradiciendo, no estoy diciendo la verdad.

La diferencia entre las teorías de la verdad como correspondencia y la verdad como coherencia lógica con la verdad como sinceridad estriba en que la sinceridad tiene implicaciones éticas. Es decir, si mentimos no somos sinceros, lo hacemos conscientemente y no debido a desconocer la verdad. Respecto a esto último se puede relacionar con la verdad como utilidad, ya que en esta teoría la verdad es aquello que promueve la vida buena, que promueve el bien.

En la teoría de la verdad como utilidad se defiende que debido a la propia naturaleza interesada del hombre no podemos alcanzar la verdad absoluta, porque en realidad no la buscamos en sí misma, sino que buscamos la verdad de un interés concreto que nos mueve. Así, será más verdadero algo que busque el bien que algo que tenga como objetivo el daño de otros.

Sin embargo, cuando hablamos de la verdad como sinceridad, la verdad parte del individuo. Éste recibe una información, y teniendo en cuenta la experiencia de la que dispone la asimila como verdadera o como falsa. Si transmite sus pensamientos tal cual los piensa, está siendo sincero. Pero puesto que sabe que la información que tiene es cierta (o no), puede escoger mentir. Al tener la posibilidad de escoger, la verdad puede asociarse a la libertad (de aquí podemos deducir que, puesto que los animales no son libres, no mienten, y pese a que algunos se camuflan o simulan ser otros, no responden a la conciencia puesto que no tienen dimensión moral, sino que responden al instinto).

Además, asociada a la sinceridad puede ir la equivocación: puede que digamos algo sinceramente, pero puede que sea erróneo por tener una información equivocada. En este caso no estaríamos ante la verdad, pero tampoco estaríamos ante la mentira. Se entiende por mentira la tergiversación de la verdad con intención de inducir a error sobre la realidad.

Desde el punto de vista ético, la sinceridad promueve el bien, hace que tengamos la conciencia tranquila, al menos en principio. Pero no siempre es así, porque hay veces que sabemos que si decimos la verdad causaremos daño o disgusto a la persona con la que estamos hablando, y además sabemos que la información que le proporcionemos no es relevante o no le afecta directamente. Es en esos casos cuando utilizamos las "mentiras piadosas". Es decir, mentimos, pero no para beneficiarnos nosotros, sino para proteger del daño a otras personas. Con lo cual, mentir, en principio está en contra de la moral, pero puede usarse para hacer el bien. La pregunta que prevalece en este asunto es ¿es válido ocultar la verdad o mentir para proteger a alguien, mentirle por su bien?

Una posible respuesta sería que, puesto que la intención es buena y nos movemos por valores deseables, como la compasión o la piedad, estas mentiras están legitimadas. Pero si pensamos un poco más, al ocultarle información a alguien para protegerle de la verdad impedimos que juzgue por sí mismo, que tome decisiones en libertad. Porque el engaño restringe la libertad, y no tenemos el derecho de decidir sobre qué asuntos puede elegir una persona o no, o decidir la importancia que un hecho puede tener para una persona una información.

Un caso distinto al de las mentiras piadosas es el de las llamadas "medias verdades". En este caso, pese a conocer la totalidad de la información ofrecemos sólo una parte, la parte que nos conviene que la otra persona sepa. De esta manera llevaríamos a la otra persona a una interpretación errónea. Técnicamente hablando no hemos mentido, pero en realidad, al llevar intencionadamente al otro a una equivocación, en lugar de la mentira en nuestra mente, la hemos elaborado en la mente del interlocutor por medio me la manipulación de la información que recibe. Es curioso, porque al final nos engañamos también a nosotros mismos para no tener cargo de conciencia por haber mentido. En términos estrictos no hemos mentido, pero nuestra intención era crear una mentira, y puesto que el otro está en un error porque nosotros lo hemos querido, en realidad sí que hemos mentido, pero lo hemos hecho de una manera que nos permita estar a gusto con nuestra conciencia. Esto resulta muy útil en ciertos campos como la política, ya que permite apelar a la honestidad o al malentendido mientras se manipula a la gente.

Uno de los inconvenientes que tiene entender la verdad como sinceridad es que para ser completamente sinceros tenemos que tener la mayor cantidad de información disponible, y haberla procesado. De lo contrario no estaremos en condiciones de decir verdades.

La sinceridad no niega la existencia de la verdad, pero la verdad deja de ser universal y pasa a ser subjetiva, atada al modo de ver las cosas de cada uno. Pero precisamente, si somos sinceros, es porque queremos poner a disposición de los demás nuestra propia verdad, no queremos quedarnos aislados en nuestra mente, si no que queremos compartir. Por ello al mentir perjudicamos a las demás personas, porque impedimos que conozcan la verdad. Es decir, aunque a primera vista parezca que la verdad como sinceridad nos aisla de los demás, en realidad puede unirnos a compartiendo información. De hecho, somos sinceros "al contarle algo a alguien", o al "decir la verdad", lo cual implica la transmisión de información. Por tanto, la verdad es algo social y no individual.

Recapitulando, la verdad entendida como sinceridad es, partiendo de una información que hemos percibido, procesarla y actuar coherentemente con el razonamiento seguido. Al tener implicaciones éticas, muchas veces para no comprometer nuestra conciencia utilizamos la mentira, que puede disfrazarse de muchas maneras y tener distintos objetivos, pero siempre es intencionada y no debe confundirse con la equivocación. Se ha explicado que la verdad debe partir del individuo, pero debe estar orientada a los demás, por lo que es posible llegar a una verdad común.


LA VERDAD. Cuestionario

1.       ¿Por qué hablamos de la verdad como problema?

2.       ¿Qué condiciones deben darse para que exista un saber o una ciencia?

3.

       ¿En qué consiste la verdad entendida como autenticidad? ¿En qué teoría filosófica se apoya?

4.

       ¿Qué es un ideal? ¿Qué relación tiene con la teoría de la autenticidad?

5.

       ¿Qué es la verdad entendida como coherencia lógica?

6.

       ¿Qué son las proposiciones analíticas?

7.

       ¿Qué problemas plantea esta teoría? Explícalos

8.

       ¿En que consiste y qué demuestra el teorema de Gödel?

9.

       ¿En qué consiste la verdad como correspondencia?

10.

    ¿Qué problema se plantea con esta teoría?

11.

    Explica por qué, a veces, los sentidos nos engañan

12.

    ¿Qué significa que la verdad se obtiene por consenso?

13.

    ¿Es posible el consenso? Explica las razones a favor y en contra.

14.

    Explica en qué consiste la verdad como utilidad.

15.

    ¿Por qué se le llama teoría pragmática?

16.

    ¿A qué se llama verdad como cumplimiento?

17.

    ¿Tiene sentido hablar de verdad religiosa?

18.

    ¿Existe este tipo de verdad en otros ámbitos de la vida?

19.

    ¿Qué es la verdad como sinceridad?

20.

    ¿Tiene relación con alguna otra teoría de la verdad?

21.

    De las teorías estudiadas, ¿cuáles se utilizan en las ciencias y por qué?

22.

   
¿Podemos llegar a conocer la verdad? ¿Por qué?

 

La importancia de la verdad. Juan J. Gutiérrez Alonso. CUESTIONARIO

1.       ¿Qué es la Razón de Estado?

2.       ¿Qué relación tiene con las teorías de la verdad estudiadas?

3.

       ¿Quién sabe la verdad de lo que está pasando en el terreno político y financiero?

4.

       ¿Cómo podemos conocerla nosotros? ¿Para qué serviría conocerla?

5.

       ¿Crees que se está imponiendo la hipocresía en nuestra sociedad? ¿Por cierto sabes qué es la hipocresía?